EL RETO DE CONSTRUIR UN CENTRO DE EVACUACIÓN EN UNA ISLA REMOTA DE FILIPINAS
EL RETO DE CONSTRUIR UN CENTRO DE EVACUACIÓN EN UNA ISLA REMOTA DE FILIPINAS https://i0.wp.com/www.fundacionfrs.es/wp-content/uploads/2023/10/Centro-Butawanan-1-scaled.jpg?fit=1080%2C608&ssl=1 1080 608 Fundación FRS https://i0.wp.com/www.fundacionfrs.es/wp-content/uploads/2023/10/Centro-Butawanan-1-scaled.jpg?fit=1080%2C608&ssl=1SOLIDARIDAD, COMPROMISO, ESFUERZO Y ADAPTABILIDAD.
Construir un centro de evacuación en una isla de difícil acceso es todo un reto que requiere de una alta adaptabilidad a los imprevistos, además de flexibilidad e ingenio para superar los obstáculos estructurales que limitan el transporte y el acceso a recursos, que ya sufren en su día a día las personas que habitan en estas localizaciones. A un reto de esta naturaleza está respondiendo con éxito FRS a través del proyecto “Prevención y reducción de la vulnerabilidad de población victima ante desastres naturales en la Municipalidad de Siruma- Región de Bicol-Filipinas» financiado por la Generalitat Valenciana. El proyecto desarrolla medidas de prevención frente a desastres ocasionados por fenómenos naturales en 8 comunidades vulnerables, entre las que se incluye la construcción de dos centros de evacuación para las poblaciones más necesitadas de protección. Uno de estos centros, que ya se encuentran en una fase avanzada de construcción, está situado en la pequeña isla de Butawanan.
Butawanan, a pesar de ser la comunidad más poblada de la municipalidad de Siruma con 1.842 habitantes, no dispone de infraestructuras de protección para la población. Se trata de una situación de alto riesgo, ya que las posibilidades de evacuación de la población desde la isla hacia otras zonas son muy limitadas y se encuentran condicionadas por la situación cambiante de las mareas que reducen las posibilidades de travesía posible entre la isla y el resto de la municipalidad. Los cortos ciclos de marea alta, como únicos periodos temporales en que las embarcaciones pueden navegar y que además tienen una alta variabilidad horaria cada día, es la única vía de escape a través de las pequeñas embarcaciones de pescadores, que constituyen el único medio de transporte posible. Si además tenemos en cuenta que esta isla se encuentra abierta al Pacífico en zona de entrada de tifones al país y que los fenómenos naturales adversos en esas zonas suelen estar acompañados de tempestades marítimas, las posibilidades de conectividad con el resto del territorio se reducen aún más.
Estas circunstancias, por tanto, suponen un desafío a la hora de, si quiera, plantear la construcción de una infraestructura de este calibre con ciertas garantías de éxito. Para ello se ha optado por la optimización de recursos desde las primeras fases de la planificación. Ya desde un inicio se ha tenido que acelerar el ritmo las obras para intentar evitar al máximo posible los periodos de lluvias y tifones. Para paliar las dificultades del transporte del material y del personal, la empresa constructora ha optado por soluciones creativas. Hay que tener en cuenta que el transporte de materiales desde el puerto de la zona más cercana de Siruma, Tandoc, se encuentra con las limitaciones ya mencionadas por la condición de las mareas y por la capacidad de transporte de las barcas de pescadores. Una barca solo tiene capacidad de transportar un máximo de 50 sacos de cemento. Por esta razón, se ha contratado el mayor número de pescadores posible (7 barcos) y se ha transportado gran cantidad de material al inicio de la obra para aprovechar las mareas altas con buen tiempo y limitar las necesidades de material. Por otro lado, la isla carece de electricidad (el centro dispondrá de placas solares) y las posibilidades de transportar un generador y el coste de este se ha considerado inviable, por lo que todo el material metálico de la construcción que requiera de cortes y fundición se realizan a medida en Tandoc y posteriormente se traslada a la isla.
Sin embargo, los desafíos del transporte no acaban ahí, ya que los materiales llegan a la playa de la isla y de allí deben de ser trasladados al terreno de la construcción, que se encuentra en una zona resguardada en medio de la selva próxima a las viviendas. Para ello se recurre a todas las opciones disponibles en la isla que van desde el uso de carabaos (búfalos de agua filipinos) como principal bestia de arrastre de la zona, hasta motocicletas, ya que no hay autos ni vías de transporte.
Estas condiciones han llevado a la decisión de fabricar los bloques directamente en la obra para evitar roturas durante el transporte. Para ello, se ha optado por trasladar a personal altamente capacitado en multitareas de construcción a pesar de que, en la medida de lo posible, se ha intentado contratar personal de la propia isla, que se dedica casi exclusivamente a la pesca. Para el traslado y adecuación de dicho personal se ha construido un pequeño barracón que les permite pernoctar y permanecer largos periodos en la isla. Se ha generado una buena relación de cooperación entre los trabajadores y la comunidad que incluso ha posibilitado el trueque de verduras y hortalizas que escasean en la isla y que los trabajadores aprovechan para traer e intercambiarlas con la población local por pescado fresco.
Proteger a la población de las comunidades en situación de vulnerabilidad se considera una prioridad en el desarrollo de las políticas de cooperación y de acción humanitaria. Sin embargo, la articulación de acciones encaminadas a garantizar dicha protección en muchos casos, como este ejemplo de Butwanan, se encuentra con un proceso arduo y no exento de complicaciones, precisamente agravadas por las mismas condiciones que perpetúan dicha vulnerabilidad de la población. La lejanía de estas poblaciones de los centros de producción y de las administraciones públicas, su localización remota de difícil acceso, su exposición a los fenómenos naturales adversos, sus limitaciones de conectividad física y digital con el resto del territorio y su falta de recursos energéticos son condiciones que, lamentablemente, cuestionan la posibilidad de las ONGs y entidades que se dedican a la cooperación al desarrollo. En muchos casos, por falta de recursos y tiempo de ejecución, se opta por el pragmatismo de llevar a cabo intervenciones que tiene más posibilidades de éxito y se decide ayudar a las comunidades que, aun necesitando la protección, tal vez no sean las que se encuentren en la situación de vulnerabilidad más extrema. De esta manera se da la paradoja de que las comunidades más necesitadas son las que más dificultades encuentran para acceder a los apoyos necesarios, precisamente por las circunstancias que generan su vulnerabilidad. Esta situación paradójica es la que FRS intenta paliar aceptando el reto que supone construir en una isla remota del Pacífico para atender las necesidades de comunidades altamente vulnerables.